Acota las pérdidas: Al establecer un Stop Loss tras la compra de un instrumento, el inversor puede determinar de antemano cuál será su máxima pérdida en esa operación. Esto proporciona una gran certidumbre y asegura que una mala decisión de inversión no afecte significativamente el portafolio.
Transmite disciplina: Un error común entre los inversores es continuar esperando con la esperanza infundada de que un activo recupere su valor. En muchas ocasiones, es más provechoso reconocer rápidamente una pequeña pérdida y buscar nuevas oportunidades, en lugar de arriesgarse a que la pérdida se agudice o a permanecer demasiado tiempo en una situación desfavorable.
Reduce la responsabilidad de monitoreo: Una vez que se emite la orden de Stop Loss, esta queda activa esperando que se cumpla la condición que la dispare. Esta operación condicional protege al inversor, incluso si no está al tanto de los movimientos del mercado. Para aquellos que no pueden monitorear sus inversiones diariamente, esto mitiga el riesgo asociado con la inatención.
No siempre implica una pérdida: A medida que el precio del activo aumenta, el inversor tiene la posibilidad de ajustar el nivel del Stop Loss, colocándolo por encima del precio de compra inicial. En este contexto, el Stop Loss ya no se interpreta como una herramienta para detener pérdidas, sino como un Take Profit, que permite asegurar ganancias.